Hay historias que se escriben con palabras… y otras que se escriben con piel, con mirada, con ese abrazo que sólo una madre y su bebé entienden.
La sesión de Mauro y su mamá fue justamente eso: un susurro quieto, un remanso de calma en mitad del ruido del mundo.
No he subido las fotografías donde aparece el pecho, porque la intimidad también merece ser cuidada. Pero aun así —o quizá por eso— esta galería está llena de luz, de ternura y de esa verdad que sólo la lactancia sabe contar.
Mauro, con su cuerpecito curioso y su sonrisa dulce, llenó el estudio de una energía limpia, casi sagrada. Y su mamá… qué regalo verla. Su abrazo sostenido, su manera de acunar sin prisa, su forma de mirarlo como si el tiempo se detuviera justo ahí.
Estas sesiones siempre me recuerdan que la lactancia es más que alimento: es refugio, es vínculo, es un lenguaje propio. Y fotografiarlo es como atrapar un pedacito de ese amor que no necesita explicarse.
Gracias por dejarme guardar este capítulo tan íntimo y tan hermoso. Ojalá dentro de unos años, cuando vuelvan a verlo, sientan que la luz que había aquí sigue ardiendo igual.